EN PORTADA: El pintor valenciano retrata la magia de la fortaleza en la exposición ‘Jardines de luz’
Como todos los que la visitaron, el pintor valenciano Joaquín Sorolla (1863-1923) quedó prendado por la Alhambra; por su arquitectura, su luminosidad, su entorno y su magia. Gran parte de sus impresiones se pueden ver en ‘Jardines de la luz’, exposición que estará abierta hasta el 14 de octubre en el Palacio de Carlos V.
En ella se puede comprobar la fascinación que el artista sintió por la fortaleza nazarí, por la ciudad de Granada y por Sierra Nevada. La muestra también recoge sus viajes a Sevilla. La luminosidad de Andalucía caló en su producción.
Así, en las más 50 obras exhibidas se puede comprobar la falta de presencia humana está desterrada y el protagonismo de arquitecturas vegetales, mármoles, cerámicas, fuentes, luz y colores. El pincel del artista se detiene sobre los reflejos del agua, la luz que disuelve las geometrías arquitectónicas y sobre el mosaico cromático de los jardines.
‘Jardines de luz’ está estructurada en cinco secciones (La Tierra, El Agua, El Patio, El Jardín, El Jardín de la Casa Sorolla) y reflejan el momento crucial de la vida creativa del pintor; sus años de plena madurez.
Tras su visita a la Alhambra en 1909, Sorolla pintó repetidamente los distintos espacios y jardines de la Alhambra y el Generalife, entre los que se encuentran Torre de los Siete Picos, Patio de los Arrayanes, Mirador de Lindaraja, Patio de Comares o Jardín de Daraxa.
En Andalucía, Sorolla, considerado una de las personalidades más fascinantes del panorama artístico español de los siglos XIX y XX, descubrió una riqueza sobria, llena de poesía, que se plasmaba en pequeños rincones, en el rumor del agua de una fuente o en el silencio de los patios bañados por el sol. Su propio jardín, construido tras las visitas, actuaba entonces como transmisor y amplificador de esa metamorfosis.