El verdadero camino a la Autosanación

Asumimos que somos solo carne y huesos, pero, muchas veces olvidamos que también existimos por estar conformados por el alma y su poder energético, una realidad tomada en cuenta incluso por representantes de la Física, de la Biología y hasta de la Medicina.

Y así, siendo el alma parte de nosotros, al igual que cualquier otro órgano del cuerpo puede enfermarse. Y es entonces cuando aparece el don de la autosanación, que es el de sanar el alma para, entonces, finalmente poder establecer una conexión plena con los demás y con el campo unificado del Todo, ayudarlos sin esperar algo a cambio en una perfecta ejecución de un ejercicio espiritual.

De esta manera lo explica Antonio Lozada, experto terapeuta holístico, quien especifica que lejos de ser un mero concepto de tipo mágico-religioso, la autosanación tiene que ver más con las diversas leyes que rigen a la materia, a la energía y en consecuencia, al cuerpo.

“Es un poder con el cual contamos todos los seres humanos quienes habitamos este vasto Universo”, resalta.

La enfermedad es simplemente el reflejo de un estallido que resuena dentro de uno mismo y se expande hacia los otros, incluso contagiándoles con ese daño autoinfringido al ser interior. Uno se enferma por decisión divina, para hallar una respuesta, un por qué y un para qué, que se encuentran al interior de cada quien.

En respuesta, la autosanación viene a ser una oportunidad maravillosa para que hagamos las paces con ese nuestro ser interior, y así podamos irradiar en nuestros semejantes esos cambios a los que la vida nos enfrenta, aprender, enseñar y continuar el camino juntos.   

Lozada indica que definitivamente, el alma no es solo uno de los grandes temas de la poesía. Médicos y científicos se rinden ante la evidencia de la existencia de este ente que nos conforma pleno de sabiduría.

“Nuestra salud depende de algo que nos ronda más allá de nosotros mismos, que nos supera. Si conectamos nuestra energía con nuestro espíritu, recuperamos la felicidad más auténtica. Este aprendizaje es el camino indicado y el más luminoso para lograr hallar el bienestar y la paz interior y a lo externo”, destaca.

La enfermedad es un aprendizaje

Entre los planteamientos de este terapeuta holístico, menciona que es posible cuestionarnos cosas como, por ejemplo, ¿si los ateos no creen en ningún dios, o poder superior, les es imposible autosanar? Y la respuesta a esta pregunta es más sencilla de lo que parece.

Para acceder a la autosanación, no es imprescindible creer en algo exterior a nosotros, sino que lo verdaderamente relevante es creer en sí mismo. Al creer en nosotros mismos adquirimos el poder de autosanar en nuestras manos, independientemente de si practicamos algún tipo de religión.

“Creyentes y no creyentes igualmente tenemos una cosa en común: la persona que entra en una enfermedad no es la misma que sale, porque ese proceso que vivirá siempre trae consigo una lección que aprender”, así lo resume Lozada.

Explica que en este sentido, existen tres tipos de personas diferentes: las que transitaron exitosamente por la enfermedad y aprendieron de ella; las personas que actualmente están en medio de una enfermedad y todavía no logran encontrar el por qué o el para qué de estar enfermos, y aquellas quienes se desahucian a sí mismas, y se encuentran sumidas en la más absoluta negación a cualquier tipo de ayuda externa.

Sin importar si este tipo de ayuda sea holística o de tipo espiritual, este tipo de personas se acostumbran, más bien, únicamente a los tratamientos con medicamentos, pudiendo llegar incluso a volverse adictas al quirófano. Sin embargo, incluso a ellas hay que respetarlas, pues también tienen su proceso de aprendizaje.

En tanto, concebimos a la curación desde una perspectiva que incluye no solo al cuerpo, sino también al alma y a la mente, como un proceso que permite el libre flujo de la energía del alma por todos los niveles del cuerpo.

No obstante, para Lozada, en realidad la curación es para el cuerpo y no para el Alma, el ser o yo individual.

“El ser o Alma no necesita ser curado, pues, por el contrario, es él el curador. Esto quiere decir que, todas las enfermedades físicas crónicas son efecto de nuestros pensamientos y de las emociones que podamos albergar”, agrega el experto. 

¿Cómo sanar y transformar a otros a partir de la propia autosanación?

Lozada explica que una vez logramos alcanzar ese estado de plenitud, de autodescubrimiento y autorreconocimiento espiritual, a partir de la utilización de una serie de técnicas de canalización de la energía provenientes de nuestras ondas cerebrales, es posible que lleguemos a identificar de una vez por todas cuál es verdaderamente nuestra misión de vida y nuestro lugar en la naturaleza.

Nuestras neuronas funcionan de manera armoniosa dentro de un vasto y complejísimo sistema al interior de nuestra cabeza, que nos resulta muchas veces bastante abrumador y difícil de creer.

Se activan juntas en patrones rítmicos comunicándose entre sí a través del proceso de la sinapsis. Dichos patrones mencionados se miden en ciclos por segundo (Hertz) y son lo que los grandes entendidos en el tema denominan ondas cerebrales.

Estas ondas cerebrales develan el enmarañado entramado que es nuestro cerebro, no en vano, su utilización en el campo de la Medicina se encuentra ampliamente documentada.

El despertar de la conciencia

Al respecto, como experto terapeuta holístico, Lozada indica que más allá de la Medicina, también hay quienes dedican su vida y sus esfuerzos para estudiar la relación de nuestras ondas cerebrales y el despertar de la conciencia.

El biofísico británico Maxwell Cade, inventor del Mind Mirror, o “Espejo Mental”, por su traducción al español, es un claro ejemplo de ello. Su interés se centró hacia las personas más espiritualmente conscientes que pudo encontrar.

Existen cinco tipos de ondas cerebrales básicas dentro de nuestro comportamiento neuronal, dividas según su grado de frecuencia y cada una se encuentra asociada a distintos estados mentales.

  • Ondas alfa

Las ondas alfa (8 a 12 Hz) representan un estado óptimo de relajación en alerta. Son las encargadas de establecer la conexión entre las ondas más elevadas (la mente pensante de beta y la mente asociativa de gamma) con las otras ondas cerebrales más bajas (theta y delta).

Las ondas alfa mejoran sustancialmente nuestros niveles de neurotransmisores en el cerebro, lo que trae como consecuencia que nuestro estado de ánimo se revitalice, mejore y nos sintamos en plenitud de condiciones.

  • Ondas beta

Las ondas beta, tal y como ya hemos adelantado, pertenecen al nivel más elevado de la mente consciente y se dividen normalmente en dos tipos: beta alta (15 a 40 Hz) y beta baja (12 a 15 Hz).

La beta alta es lo que se conoce como monkey mind o “mente de mono”, en su traducción al español, cuya principal característica es que se salta de un pensamiento a otro indiscriminadamente.

Este tipo de ondas son propias de personas que sufren de ansiedad extrema provocada por el miedo, la culpa o la ira, y están constantemente sometidas a episodios de mucho estrés que hacen que su capacidad de pensar con claridad se desvanezca.

En cambio, las ondas beta bajas se relacionan con estados mentales con alto nivel de concentración y de sosiego. Cuando se pone más atención para, por ejemplo, calcular cuál es la mejor ruta a seguir, resolver algún problema, escribir un poema o una sonata, las ondas beta bajas son nuestras mejores aliadas.

  • Ondas gamma

Gamma es la frecuencia de onda cerebral más alta (40 a 100 Hz), relacionada con nuestros estados mentales donde las funciones cognitivas se encuentran en plena actividad, es decir, cuando nuestro cerebro está aprendiendo. Por tanto, las ondas gamma también se vinculan con niveles muy altos de función intelectual, de creatividad y de integración.

Un cerebro que produce muchas más ondas gamma refleja una mejor y más compleja organización neuronal y de conciencia. De hecho, existen evidencias de electroencefalogramas destellantes de ondas gamma aplicados a monjes una vez se les pidió que meditasen sobre la compasión.

  • Ondas theta

Las ondas theta representan el puente que comunica a la relajación profunda con el sueño ligero. Cuando soñamos vívidamente, nuestro cerebro se encuentra en theta (4 a 8 Hz).

También, es la frecuencia predominante en las personas en estado de trance o sometidas a un proceso de hipnosis. Los exámenes aplicados a un grupo de curanderos revelaron que las ondas theta eran las que prevalecían en sus cerebros durante una sesión terapéutica.

  • Ondas delta

Las ondas delta son las que predominan mientras dormimos profundamente (0 a 4 Hz), y se encuentran asociadas a estados mentales de sanadores, meditadores, y a cuando se despierta en ellos la sensación de conexión con el infinito.

Las personas que no se encuentran bajo un sueño profundo y que han iluminado ondas delta en los electroencefalogramas, coinciden en describir haber tenido experiencias de tipo místico.

Estado de Mente Despierta

Tras lo anteriormente explicado, Lozada resalta que cuando alguien en el estado de Mente Despierta tiene mucho alfa, genera un vínculo entre las frecuencias altas y bajas de las ondas cerebrales.

“En ese momento, la mente despierta conecta a la mente consciente de beta con las frecuencias de la mente subconsciente de theta y delta. Esto permite un flujo constante de conciencia, integrando a todos los niveles de la mente”, señala.

Agrega que la respuesta que buscamos se encuentra en nuestros propios pensamientos y en la meditación. Cuando nuestros estados de consciencia se modifican, las ondas cerebrales también lo hacen y así se activan diferentes vías cerebrales.

Los extremos serían los sentimientos tales como el amor, el odio o el miedo. Por tanto, trabajar arduamente en nuestras emociones a través de la meditación, podría generar un cambio significativo, incluso si sufrimos de algún tipo de patología cerebral.

Estaríamos activando un estado superior de conciencia que cambiará toda nuestra realidad y, en consecuencia, la de nuestro entorno. Llegar al cruce de caminos entre materia y mente es el punto donde la conciencia comienza a tener efecto.

Cómo autosanar para luego ayudar a los demás a sanar

Ante esta interrogante, Lozada indica que tal vez, en parte, por una cuestión de sobrevaloración de la medicina tradicional, el concepto de autosanación no esté tan divulgado. Pero, la otra parte nos atañe directamente a nosotros mismos, es decir, deviene de la falta de crédito que nos brindamos.

Y es que, desafortunadamente, desde hace siglos, las personas quienes habitamos esta parte occidental del planeta hemos olvidado cosas esenciales, tales como el poder que todos tenemos para sanarnos a nosotros mismos e incitar a los demás a hacerlo.

Lo cierto es que, al estar tan desconectados de este nuestro poder interior en este sentido, es probable que el camino hacia la sanación propia requiera, quizás, no tanto de un gurú o de un maestro particular, pero sí de una pequeña guía para lograr sentirnos al cien por ciento.

1- Ser intuitivo y escuchar las voces de nuestro cuerpo

Ahora que, gracias a los estudios médicos ya conocemos cómo funciona nuestra anatomía humana, ahora que ya tenemos esa sabiduría en nuestras manos, entonces, preparémonos para ser nosotros mismos con el Universo.

Nuestra intuición se vale de nuestro cuerpo físico como un vehículo que nos permite desencriptar los mensajes correctos en el momento indicado.

“Démonos un tiempo para nosotros y para hacer conexión con ella en vez de negarla, además de esforzarnos por permanecer muy atentos a las voces que gritan a nuestro interno, así como a las señales que manifiesta nuestro cuerpo”, expresa Lozada.

2- Creer

Los diversos mecanismos que tiene nuestro organismo para autosanarse sin ayuda externa actúan influenciados por nuestras creencias, emociones y pensamientos. Una vez que caemos en cuenta de ello, descubrimos que somos nosotros quienes tenemos una injerencia crucial en nuestra salud y en nuestro bienestar.

El llamado “efecto placebo” es real, sobran las investigaciones realizadas al respecto que así lo demuestran: por ejemplo, existen casos de pacientes que han sido tratados únicamente con pastillas de azúcar o inyecciones salinas y lograron superar sus dolencias y resolver sus síntomas.

Es aquí cuando nuestro sistema de creencias entra a jugar un papel fundamental en el proceso de autosanación. Si se cree vehementemente, por ejemplo, que una enfermedad es crónica o incurable, pues así lo será. Se hace necesario, entonces, modificar nuestro pensamiento y creer fervientemente que la curación sí es posible.

3- Buscar hasta encontrar el apoyo necesario

Si bien la autosanación depende de uno mismo y de nuestra capacidad de autorrepararnos, diversos estudios han demostrado que es mejor estar acompañados durante el proceso, ya que, de esta manera se obtienen más y mejores resultados.

Sin embargo, esto no quiere decir que, necesariamente sea otra la persona que nos marque las pautas a seguir. Más bien, “de lo que se trata es de obtener un apoyo moral que nos sirva de aliciente, que nos acompañe desde el amor y desde el optimismo, que nos repita durante todo el trayecto de sanación: todo va a salir bien”, resalta Lozada.

4- Encontrar el origen del malestar

Las razones que muchos tenemos para acudir a un médico son esencialmente dos: recibir un diagnóstico y buscar una solución para nuestro problema. Ello no tiene algo de malo o de negativo, pero solo trata de manera superficial a la problemática y no la arranca de raíz.

Por lo tanto, emprender un viaje hacia lo profundo de nuestro ser para encontrar la causa de nuestro sufrimiento es una responsabilidad únicamente nuestra y de nadie más.

Y lo mejor es que así sea, porque esto nos conmina a saber que somos solo nosotros los únicos portadores de la llave que abre a las puertas de la sanación, y que tenemos la capacidad de comenzar a hacerlo en el momento que creamos conveniente.

5- Diseñar un plan

Diseñar y armar un plan para autosanar es vital, pues es claro que no es cosa que se compre en una farmacia sin prescripción médica. Más bien, dice Lozada, dicho plan tiene que ver con cuestionarnos a nosotros mismos acerca de qué es lo que realmente necesita nuestro cuerpo para sanar, intentando ser lo más específicos posible.

Tal vez, en este estadio nos toque cambiar algunos hábitos, continuar viviendo al máximo haciendo aquello que nos apasiona, o simplemente decidirnos a encontrarnos para conversar largamente con esa persona tan postergada, pero siempre tan querida.

Por eso, el plan a seguir deberá estar acorde a nuestra historia, a nuestros vínculos y afectos sanguíneos y no sanguíneos, e incluso se relaciona con nuestras más altas y caras aspiraciones personales y metas por lograr.

6- Mantener la autoconfianza

Por último, Lozada indica que una vez hayamos recorrido paso a paso los puntos anteriores, ahora solo nos queda navegar por la mar de consecuencias de aquella ruptura con nuestro pasado habitual y comenzar a disfrutar de lo bello y de lo bueno que irá arribando a puerto seguro en nuestro tránsito por la existencia.  

Es momento también de soltar las expectativas: ya sabemos lo que queremos y lo no en nuestras vidas, del resto se encargará el insondable Universo.

Sin embargo, como todo, el proceso de autosanación nos presenta algunos obstáculos, ya sea con situaciones adversas o con personas que no creen o desaprueban nuestras decisiones.

Por tanto, es fundamental creer en uno mismo y en nuestra capacidad real para poder lograrlo. Hay que animarse a comenzar a poner en práctica estos consejos. Si creemos en nosotros mismos y nos damos nuestra seguridad, no habrá algo en el mundo que no podamos lograr.

Sobre la autoaceptación como el camino para ayudar a sanar a otros

Un punto central que destaca Lozada es que una psique en guerra consigo misma solo se libera cuando la oscuridad sale a la luz.

“Cuando imaginamos a un maestro o sanador arquetípico, pensamos en gurúes o en sacerdotes de moralidad intachable, en sabios chamanes con un conocimiento ancestral del espíritu y del alma humanas unidas indivisiblemente al Cosmos”, comenta.

Sin embargo, para poder ayudar a sanar a otros es indispensable ser capaces de ayudarnos primero a nosotros mismos. “Parafraseando a un viejo adagio, un ciego no puede guiar a otro que no ve, y en el caso del acompañamiento psicológico, el padre del psicoanálisis, Carl Jung, tiene mucho que decir al respecto”, explica Lozada.

Es importante evitar hacer juicios acerca de los demás o dejarse influir por cuestiones morales, pues aquellos que buscan apoyo ya se sienten lo suficientemente presionados y lo bastante enjuiciados. Esto, para Jung, solo se logra aceptando a nuestra propia sombra, a nuestro lado más incierto y oscuro.

No se trata de fomentar y dar rienda suelta a las fantasías de nuestros interlocutores, sino más bien de poder adquirir la capacidad de sentir a través de sus mentes, es decir, con objetividad desprejuiciada.

Aunque el término pueda sonar un poco abstracto y con un aire de intelectualidad, la verdad resultaría imposible cambiar algo a menos que lo aceptemos, y eso incluye a toda clase de enfermedades y abyecciones morales, así como a esas imágenes distorsionadas que nos seducen o nos aterran en nuestros propios sueños.

Realmente, se trata de una condición que, incluso los hombres y mujeres de fe deben cultivar en sí mismos a sabiendas de que, el propio Creador en su inmensa bondad ha permitido que toda clase de cosas extrañas e inconcebibles ocurran, y busca entrar en el corazón del hombre de las formas más curiosas e insospechadas.

Así pues, Lozada indica que la objetividad desprejuiciada nos permitirá adentrarnos y sentirnos uno solo con la presencia invisible de la voluntad divina, incluso en su aspecto diabólico, través del arquetipo del Demonio que, según la interpretación alquímica representa a la transformación del plomo en oro.

Evitar juicios de valor

Si queremos realmente ayudar a sanar a alguien, de nada sirve emitir juicios de valor sobre esa persona por su estilo de vida, necesidades o decisiones; sin embargo, a pesar de que distemos mucho de ser religiosos o psicólogos, resulta evidente que tampoco debemos hacerlo sobre nosotros mismos.

Tras lo antes descrito, Lozada afirma que “la condenación oprime, por lo tanto, condenando me convierto también en el opresor de aquellos a quienes condeno”.

El hecho de evitar juzgarnos y fustigarnos a nosotros mismos o a los demás puede parecer muy simple, pero, cabe preguntarnos: ¿es posible mantener en el tiempo tal actitud? ¿Qué podemos hacer o qué decir cuando el juicio moral recae sobre nuestras propias acciones, incluso las pasadas, cuando somos presa fácil del arrepentimiento y la duda respecto al porvenir?

De allí que, la sola idea de la autoaceptación plena, con toda nuestra envidia, nuestra maldad, nuestro deseo de reconocimiento, nuestros pequeños vicios, pueda hacernos temblar de miedo.

En general, la gente huye de la autoaceptación y de la autoobservación solo para sucumbir en un descenso hasta al fondo del abismo de la neurosis, una escisión interna cuando la personalidad pareciese estar batiéndose a duelo en una guerra interna sin cuartel consigo misma.

Y el origen de este conflicto consigo mismo es, precisamente, la sospecha o la seguridad de saber que cada uno de nosotros tiene enfrente a su sombra, a su doble, que consistimos en dos entidades opuestas entre sí, indica el experto terapeuta.

Es lo que el excelso poeta romántico y genio de las letras alemanas, Johann Wolfgang von Goethe explica en su Fausto cuando afirma: “Dos almas, ¡ay!, habitan en su pecho, y cada una de ellas lucha por separarse de la otra”.

¿Cómo ayudar a otros a aceptar a su propia sombra, a su propio lado oscuro?

Al respecto, como experto, Lozada señala que para ayudar a otros a aceptar a su némesis interna, y tal vez más importante aún, para aceptar que, también nosotros sufrimos una división a nuestro interior que amenaza con enfrentarnos contra nosotros mismos, en realidad, la única opción disponible es vivir en la total ignorancia de nuestra propia integridad y residir como completos extraños dentro de nosotros mismos.

Este es el único camino que puede conducirnos a comenzar a ocuparnos de los problemas y pecados ajenos, así como darnos una pincelada de virtud, perceptible en función de que nos habremos engañado sin acritud, sin rudeza a nosotros mismos y a los demás. Solo entonces, habremos escapado por fin de nuestros propios fantasmas.

“No nos queda otra cosa más que asumir nuestras fallas e inconsistencias, nuestras imperfecciones naturales e inherentes, nuestros pecados, así como los de la mayoría de nuestros semejantes, así sean diferentes o, quizás, igualmente reprobables y criticables”, menciona.

Esto es algo que nos hace a todos comunes como Humanidad, aceptar que somos luz y oscuridad, recibir con benevolencia a nuestra sombra, a nuestra parte oscura y tan insistentemente negada.

Continúa explicando que solo aquel que se ha aceptado a sí mismo por completo, posee la objetividad desprejuiciada, ingrediente esencial sin el cual seremos incapaces de ayudarnos a sanar o de ayudar a sanar a otros.

Se trata de una energía, y la energía es exactamente ese punto unificador entre la ciencia y la espiritualidad. No en vano, todo científico maneja el término energía desde el punto de vista de algo que no puedo tocar, pero que sé que existe.

Y es que, en efecto, el Universo se mueve regido por leyes de energía, así como, al mismo tiempo, alguien que habla de espiritualidad pudiera afirmar a voz en cuello que esa misma energía la obtiene de un ser superior.

Para finalizar destaca que actualmente, estos dos universos paralelos que son la ciencia y la espiritualidad están encontrando un punto medio de inflexión, que no es otro que el hecho cierto de que, necesario es luchar todos los días por mantenernos en equilibrio con nuestro ser superior y con el Todo, para que lo demás en nuestra vida y en la de nuestros iguales en alma, cuerpo y espíritu continúe su curso y siga fluyendo y derivando en sanación y en bienestar individual y colectivo.